
Si no sabes salir del piloto automático a lo mejor es que no quieres.
¿Lo has pensado?
Hay cosas para las que, en teoría, no necesitas estar muy presente. Se me ocurre… conducir, prepararte el desayuno, caminar hasta la panadería… Rutinas en las que no hay pérdida, aunque no prestes mucha atención. Lo tienes tan automatizado que hasta tu cerebro economiza energía.
Y eso está bien.
Quiero decir, si son cosas que haces sin desgaste y las tienes que hacer, pues estupendo.
Las que tienes que hacer para sobrevivir, como si fueran respirar, pero también las que haces por placer, por compartir, por disfrutar
Imagínate hacer rutina de una quedada con amigos para tomar una cerveza o hacer rutina de ir al cine con tu novio o hacer rutina de tus escapadas al pueblo cada verano.
Perdería toda la gracia. Perderías la vida. Se te escaparía, de hecho.
Y lo fuerte es que a lo mejor ya te está pasando.
Pero más preocupante todavía es que a lo mejor ya te está pasando y ni siquiera te estás enterando. Como me pasaba a mí.
Pero un día, de repente, te entra la lucidez y te paras a pensar. Y te das cuenta de que la vida pasa por delante de ti y ni te estás enterando porque vas como un robot. Y entonces piensas que en realidad no es eso lo que quieres. Y que por mucho que te hayas acomodado en esa posición, tú deseas otra cosa diferente.
Porque los cambios siempre asustan y dan pereza. Porque, aunque sabes que si no mueves ficha todo seguirá igual, si la mueves te arriesgas a que algo salga mal.
Pero estamos hablando de algo que va de tu mano.
Y que puedes cambiar hasta donde te haga sentir bien. Es solo que te bajes un poco del tren de alta velocidad que te lleva con piloto y te pongas a disfrutar de verdad.
Simplemente párate un poquito, respira, atiende, ponte una sonrisa y sé consciente.